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martes, 31 de mayo de 2011

Carta a una virgen...

Carta a una virgen...
Dr. Daniel E. Rodríguez C, M.A.
El alma de una virgen es el alba inquietante del misterio.
Flor capciosa y turbadora ¿qué guarda en sus pétalos inmaculados y en su cáliz repleto del germen de los sueños?
Lirio místico que se abre ante el altar del Deo Ignoto, en actitud confiada del holocausto, ¿qué vidas irá a perturbar? ¿qué sueños irá a despertar? ¿qué embriagueses causará con su perfume?
Albo cisne que entreabre las pupilas, llenas aun con la bruma de la nada, el ala eucarística besada por la ola montante de la vida ¿qué riberas embellecerá con su presencia? ¿por las aguas móviles de qué existencia atravesará dejando en ella la huella de su silueta, hierática, imborrable, bella como un cántico de Amor, o triste, trágica acaso como la de un ave carnicera? ¡Ay, la sombra es negra aun viniendo del cisne!...
¿Qué surgirá, al romperse aquella crisálida divina? ¿Manon o Juana de Arco? ¿Lucrecia o Mesalina? ¡La terrible Belleza va a estallar! .. .
¡Ay cuántas existencias envenenadas, cuántos destinos truncos, cuántos genios vencidos, cuánta amargura, cuántas lágrimas, cuántas desesperaciones trágicas regará en la vida aquella núbil existencia en flor!
¿Qué saldrá de esos labios qué aun no mienten? ¿El beso que mata o el que embriaga?
No hay beso salvador.
Todo beso en el Amor es asesino y trágico.
La virgen tiene eso del monstruo: que guarda el Enigma.
En el dintel de la vida mira el porvenir, como una Esfinge inmóvil, en la linde del desierto.
La vida se extiende ante ella como un río elíseo, con riberas florecidas de sueños.

La ceguera divina de los dioses persiste en la pupila adolescente.
La psicología de una virgen es toda anhelo y de misterio.
Sus tempestades son fisiológicas, más que psi-cológicas.
Es la pasión, la eterna pasión de Eva, la que grita en sus carnes dormidas, y en sus pechos erectos, al entrar en la pubertad, hábil ya para el Amor.
El vicio inconfesado y núbil duerme en sus formas intocadas y en sus grandes pupilas inocentes, abiertas sobre el mundo ideal del placer que ellas ignoran. Como un pájaro del Paraíso, con grandes golpes de ala, el Deseo toca a las puertas de su vida.
El arcano sexual se alza ante ella inquietante y sugestivo, y siente anhelos extraños de rasgar el denso velo...
De ahí sus tristezas profundas, sus inquietudes irrazonadas, sus anhelos indescifrables, sus amistades apasionadas, sus sueños quiméricos, su religiosidad exaltada y enferma... El anhelo del Amor en todas sus formas.
El principio genitor de su vida, el poema entrevisto, a cuyo fin la maternidad abre sus grandes flores de carnes, o la Histeria hace crecer su extraña floración de Ensueño y de Locura.

O el hombre o Dios; o el cuerpo o la sombra del Amor; el Placer, o el Sacrificio; el goce, o la renuncia; el beso o la locura. Eva la de Moisés, o Teresa, la de Jesús.
Más o menos confesado, más o menos sentido, el Amor es el drama y es el ensueño de la nubilidad naciente.
Y en sus noches de fiebre adolescente es a ésta quimera adorable a quien se tienden los brazos vírgenes y los labios no tocados por los besos.
El pecado ofrece su eterno fruto, en el árbol del eterno paraíso, y la serpiente del deseo murmura su eterna seducción, arrollaba en las curvas de la carne impoluta: ¡El eterno Génesis del mundo!
¡Oscura germinación la del deseo! ¡Alba alarmante el Alba de la carne! ¡Amor! ¡Eterno Amor que te revelas en el misterio cándido del sexo! ¡Por ti nacen los hombres, por ti mueren ¡Sello de Maldición, Tú eres eterno!
Y las vírgenes reclusas se asombraban, con los ojos del Alma inmensamente abiertos sobre el mundo insondable del Ensueño.
Como la corola virginal de un lis, algo blanco y perfumado se abre en sus corazones. l ¡Rosas místicas! Rosas del Señor, en calor sienten que ráfagas de un viento extraño las tocan, y alzan su corola pensativa.

¿Sienten acaso llegar el Gran Tirano?
Que respuestas? Profunda ,No?


Tomado de Ibis...

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