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martes, 7 de junio de 2011

Sobre la Castidad, el amor y los placeres..

Daniel E. Rodríguez C, M.A.

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La castidad es un crimen contra natura.
Tiene la condición que hace imperdonable un crimen:
ser inútil.
Es una rebeldía imbécil contra lo que hay de sagrado en nosotros: la carne y la pasión.

Es un delito disociador, vergonzoso y estéril. Es como todas las virtudes un vicio disfrazado.

Ser casto es ser horrible.
Ser sensual es ser humano.
Es como todo lo que tiene a la perfección y la quimera del cielo: la soberbia del cerdo.
“ Qui vent faire l'ange fait la bete”.
la castidad es perversa y cruel.
Si Nerón, Calígula, y Tiberio hubieran sido castos, habrían completado el Monstruo. Por el Amor y solo por el Amor fueron humanos. Amaron la humanidad en la carne tentadora, no apostataron de su origen, besaron la tierra madre, el gran vientre productor, sacrificaron en el altar del dios único: el placer, rindieron culto al
limo padre, fecundador eterno, fueron sensuales, es decir:
fueron hombres. Esa es su redención.

La Castidad es hostil a la Piedad.
La virginidad profesional es implacable.
Las Euménides eran vírgenes, virgen fue Diana, virgen la de la Táurida. Todas crueles.
La virginidad y la crueldad son hermanas. ¿Hay algo
más cruel que permanecer virgen?
Cuando se es casto se principia en la propia tortura para acabar en la tortura ajena.
Ni Diana persiguiendo su Ninfa pecadora, ni las furias persiguiendo a Orestes parricida, demostraron un asombro más cruel, su furor más ciego, una cólera más implacable, que aquello/as vírgenes momio/as, aquellos pergaminos inviolados, aquellas clorosis místicas, aquellas vestales de pueblo, ante la falta, ante el pecado, ante el crimen de la un/a pobre ser humano huérfano/a/ y virgen enamorado/a.

Tomado de Ibis..

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