Tengo muchos años caminando con
Hipólito Mejía por todo el país. En momentos buenos y en momentos
malos. Creo que pocos dirigentes políticos conocen el país mejor
que Hipólito. De igual modo creo que pocos conocen mejor que
Hipólito a los dirigentes, de todos los niveles, militantes y
simpatizantes del Partido Revolucionario Dominicano, a los que llama
por sus nombres ó por sus apodos. El trato que les da es cálido,
familiar.
Hipólito no odia ni guarda rencor. Es
por eso que le resulta tan fácil perdonar y olvidar agravios.
Otra cosa: Hipólito no se deprime, ni
se amilana. Su actitud siempre es positiva. Su alto sentido del humor
y su espontaneidad, lejos de ser elementos negativos ante la
población, son positivos. La gente lo percibe llano, “buena
gente”, sin ínfulas de superioridad, ni poses demagógicas.
¿Errores? ¡Muchos! ¿Imperfecciones? ¡Muchas! ¡Pero es auténtico!
Y eso a la gente le gusta.
A esos atributos agréguele una enorme
capacidad de trabajo. Ese hombre es una máquina. No para nunca.
Desde que se levanta, bien temprano, hasta que se acuesta,
generalmente temprano, es trabajando.
Esos elementos explican su éxito tanto
en su vida profesional, como en la política. No es casual que haya
ganado luchas internas del PRD en más de una ocasión. Como tampoco
es casual que haya ganado la presidencia de la República.
No es casual (Aunque Marx decía que la
casualidad es una categoría histórica) que Hipólito se haya
levantado del piso para colocarse en las nubes. No tenía nada.
Estaba políticamente muerto. Una campaña bestial en su contra lo
había enterrado. Sin embargo, gracias al talento, al carisma y al
trabajo, logró, junto a un grupo de colaboradores, levantarse, ganar
en el PRD, contra todos los pronósticos, y luego colocarse puntero
en las encuestas serias, no pagadas por el gobierno para ganar las
elecciones de mayo. Hipólito, lo dice el pueblo en la calle, será
de nuevo Presidente de la República.
Los últimos fines de semana he viajado
con Hipólito por distintos pueblos del interior. Y debo confesar
que me sorprendo del apoyo que recibe. Contrario a Danilo Medina,
que anda con una caravana móvil de unos 300 vehículos, que va de un
pueblo a otro para impactar y crear una falsa percepción, Hipólito
anda sin dinero y con pocos vehículos. Pero cuando llega a un
pueblo, el que sea, una ola humana se levanta para acompañarlo y
respaldarlo.
Este fin de semana, viernes y sábado,
estuve con Hipólito en Barahona. Vi lo que sucedió en cada
municipio y distrito. La gente desbordada en la calle. Hombres y
mujeres, jóvenes y viejos. La caravana del municipio Barahona, no
tuvo madre. Lo digo con sinceridad: no podía creer lo que estaba
viendo. Una inmensa multitud en triciclo, motoneta, carros,
camiones, guaguas, bicicletas, etc., etc., desfilando por todo el
pueblo. ¡Impresionante! ¡No me lo contó nadie, lo vi! Pero lo
mismo ocurrió en Azua, Baní, Puerto Plata, Santiago. En todas
partes. ¡Hipólito es un fenómeno de masas!
Creo que el reto de Hipólito, del
Comando de Campaña, del PRD, es transformar ese sentimiento, esa
simpatía, en votos. Ahí está la clave del éxito y del triunfo.
Hacer que la gente vote. Y que vote blanco por Hipólito y por el
PRD. (¡Hablé por cien años!)
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