QUÉ BUENO, SEÑOR PRESIDENTE
¡Qué bueno, señor presidente, que usted vaya a La Barquita y comparta con los humildes pobladores de esa pocilga citadina!
¡Qué bueno, señor presidente, que usted haya visto con sus propios ojos los padecimientos de los que habitan a orillas del lago Enriquillo!
¡Qué bueno, señor preside
¡Qué bueno, señor presidente, que usted vaya a La Barquita y comparta con los humildes pobladores de esa pocilga citadina!
¡Qué bueno, señor presidente, que usted haya visto con sus propios ojos los padecimientos de los que habitan a orillas del lago Enriquillo!
¡Qué bueno, señor preside
nte, que usted se traslade isla adentro sin la parafernalia trujillista de las sirenas y las yipetas detrás!
¡Qué bueno, señor presidente, que usted haya ordenado que no muevan la silla presidencial cada vez que sale de palacio y lo sienten hasta en una silla de guano!
¡Qué bueno, señor presidente, verlo chapalear el lodo por los recodos de un intrincado sendero y hacer equilibrio encima de un tablón!
¡Qué bueno,señor presidente que las familias del sector donde vive se sientan a gusto con tenerlo como vecino!
¡Qué bueno, señor presidente que las construcciones futuras de su gobierno no se otorguen ni a grupos de privilegiados y que se distribuyan mediante rifas!
¡Qué bueno todo lo dicho por usted en su discurso de los cien días, llevvando esperanza a un pueblo desesperanzado!
Pero, ¡qué malo, señor presidente eso “de que no perdamos el tiempo tirando piedras hacia atrás”, lo que el pueblo ha entendido que usted es partidario del “borrón y cuenta nueva”.
No, señor presidene, se agotó el tiempo del imperio de la impunidad.
¿Acaso no ha leído usted que después de casi 30 años de aquello de islas Malvinas hoy los que fueron grandes generales fueron llevados a prisión?
¿Acaso no ha leido lo que está haciendo con funcionarios dolosos su próxima invitada de Brasil, la presidenta Irma Rousof?
¿Y qué del castigo que se aplica en China a todo aquel que infringe las leyes?
No, señor presidente, si seguimos perdonando a los dominicanos que asaltan el erario, a los que han sobrevaluado obras, si continúa el perdón a aquellos que no pueden explicar el origen de fortunas hechas al vapor, aqui las cosas seguirán como desde el principio de la república, cuando Santana se apropió de isla Saona.
Comprendemos, señor presidente, las limitaciones que le imponen, pero no deje pasar el tiempo sin dar un contundente y valiente ejemplo.
Ramón de Luna
29 de noviembre, 2012
¡Qué bueno, señor presidente, que usted haya ordenado que no muevan la silla presidencial cada vez que sale de palacio y lo sienten hasta en una silla de guano!
¡Qué bueno, señor presidente, verlo chapalear el lodo por los recodos de un intrincado sendero y hacer equilibrio encima de un tablón!
¡Qué bueno,señor presidente que las familias del sector donde vive se sientan a gusto con tenerlo como vecino!
¡Qué bueno, señor presidente que las construcciones futuras de su gobierno no se otorguen ni a grupos de privilegiados y que se distribuyan mediante rifas!
¡Qué bueno todo lo dicho por usted en su discurso de los cien días, llevvando esperanza a un pueblo desesperanzado!
Pero, ¡qué malo, señor presidente eso “de que no perdamos el tiempo tirando piedras hacia atrás”, lo que el pueblo ha entendido que usted es partidario del “borrón y cuenta nueva”.
No, señor presidene, se agotó el tiempo del imperio de la impunidad.
¿Acaso no ha leído usted que después de casi 30 años de aquello de islas Malvinas hoy los que fueron grandes generales fueron llevados a prisión?
¿Acaso no ha leido lo que está haciendo con funcionarios dolosos su próxima invitada de Brasil, la presidenta Irma Rousof?
¿Y qué del castigo que se aplica en China a todo aquel que infringe las leyes?
No, señor presidente, si seguimos perdonando a los dominicanos que asaltan el erario, a los que han sobrevaluado obras, si continúa el perdón a aquellos que no pueden explicar el origen de fortunas hechas al vapor, aqui las cosas seguirán como desde el principio de la república, cuando Santana se apropió de isla Saona.
Comprendemos, señor presidente, las limitaciones que le imponen, pero no deje pasar el tiempo sin dar un contundente y valiente ejemplo.
Ramón de Luna
29 de noviembre, 2012
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